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terça-feira, 22 de junho de 2010

Ódio e Crença no circuito alienante


O artigo, assinado pelo filósofo Paolo Flores d'Arcais, que reproduzo a seguir e publicado no jornal El País e no blog da Fundação José Saramago, nomeia com inteligência o destino da crença religiosa diante da alteridade: o ódio. A dimensão do sagrado ou da fé podem tomar uma direção distinta da crença. A crença anula a crítica, o pensar, a plasticidade dos investimentos e dos afetos. Para reafirmar a crença é necessário negar tudo o que a contradiz. Própria ao universo da certeza, alienada no Outro, a crença só permite a proliferação do mesmo, do idêntico a si mesmo. Toda a angústia própria ao humano é contida pelos mantras, ditos e rosários. Os pensamentos e afetos contraditórios são negados e silenciados retornando sob forma disfarçada e substituta em medos, fobias, depressões. Nega-se a alteridade negando por extensão a singularidade. Perpertuar-se na crença é ser vassalo do Outro, é permitir uma invasão subjetiva que produz com vigor e força o ódio e a repulsa. Contudo, o ódio por essa invasão, o ódio de si, transforma-se em ódio pelo alter. O ódio teológico contra Saramago é o ódio que une tais crentes.


Odio Teológico contra Saramago

22/06/10

El artículo de 'L'Osservatore Romano' contra el fallecido Nobel portugués no despide más que una ira furiosa y vulgaridad. Lo único que consigue es delinear un proceso exactamente al estilo del Santo Oficio.
José Saramago ha dejado la isla de Lanzarote. Sus restos mortales han ido a Portugal, donde serán incinerados después de la capilla ardiente. Una parte de sus cenizas regresará a la isla para ser sepultada al pie de un olivo". Las agencias de noticias que transmitían estas informaciones añadían otra más: el gran escritor desaparecido era objeto de un reconocimiento extraordinario, el ataque furioso del diario de la Santa Sede, L'Osservatore Romano, tan dominado por la pulsión del anatema que daba salida a una prosa desquiciada y torcida. Pero ya se sabe que la caridad cristiana, en manos de la Iglesia jerárquica, puede hacer milagros.
Es evidente que las inolvidables novelas del Nobel portugués tienen la capacidad de absorber al lector "en cuerpo y alma", despiertan su espíritu crítico y, al mismo tiempo, las emociones y la fantasía, incluso ante temas sobre los que la Iglesia jerárquica pretende ejercer un monopolio vigilante, si el órgano oficial del presunto Vicario de Cristo en la Tierra ha sentido la necesidad irrefrenable de vomitar a tambor batiente un vade retro! de injurias incoherentes, con el cuerpo aún caliente, en vez del requiescat in pacem canónico.
Comienza con que "aunque haya fallecido a la respetable edad de 87 años, no podrá decirse de José Saramago que el destino le mantuvo con vida a toda costa", una expresión que tal vez pretende ser una utilización irónica de una frase de su novela Todos los nombres pero que, por el contrario, no despide más que odio y vulgaridad.
A continuación inicia el rosario de acusaciones contra sus novelas, su contenido, su estilo, todo: "La Historia con mayúscula en filigrana con la del pueblo" (solo faltaría, en alguien que era novelista y no historiador), "una estructura autoritaria totalmente sometida al autor, más que a la voz narradora" (a la "pluma" del Papa se le escapa que, independientemente de que el relato lo conduzca la voz narradora o el autor, "Madame Bovary c'est moi", como explicaba Flaubert y como sucede con cualquier escritor), "una técnica de diálogo completamente deudora de la oralidad" (no se sabe cuál es el problema, porque la fusión entre narración y oralidad es uno de los elementos estilísticos que hacen que las obras de Saramago sean memorables), "un intento imaginativo que no se molesta en encubrir con la fantasía la impronta ideológica de eterno marxista"; ya está, aquí estamos, eso es lo que saca de quicio al periódico del Papa. Y sobre todo, "un tono de inevitable apocalipsis con un presagio perturbador que pretende celebrar el fracaso de un Creador y su creación".
En resumen, la grandeza literaria es lo de menos. L'Osservatore Romano resulta patético cuando trata de reevaluar bajo el perfil de la creatividad una obra que hizo de José Saramago el mayor escritor vivo y lo único que consigue es delinear un proceso exactamente al estilo del Santo Oficio. Primera imputación: "respecto a la religión, dado que siempre tuvo la mente enganchada en una banalización desestabilizadora de lo sagrado (...), Saramago no dejó nunca de apoyar un descorazonador simplismo teológico". En italiano, lo primero que evoca siempre la palabra uncinata (enganchada) es la croce uncinata, la cruz gamada, una asonancia hitleriana, un lapsus con el que se perjudican a sí mismos, porque es un adjetivo que más valdría haber evitado en el periódico de un Papa que en su juventud lució la enseña de las Hitlerjugend. Pero cuando se es esclavo furioso del odio teológico ya no se controla lo que se dice.
Por otra parte, dado que la otra imagen que evoca uncinato es la de los ganchos en los que cuelgan los cuartos de la res los carniceros, las palabras "una mente uncinata da una banalizzazione", "una mente enganchada en una banalización", o las ha escrito un genio de la ficción barata, o las han firmado con tinta azul en cualquier gimnasio. Y ahora viene la pregunta: ¿el autor de la necrológica cristiana quiere decir que el cerebro de Saramago estaba desestabilizado por la banalización de lo sagrado (es decir, que estaba loco o era un gilipollas), o que dicha banalización, unida a su materialismo libertario, desestabilizaba la fe de los lectores? Porque, si se trata de este último caso, eso sería un elogio.
¿Y en qué consistiría el "descorazonador simplismo teológico" de que le acusa Claudio Toscani? En haber sostenido (la síntesis es de Carneade) que, "si Dios está en el origen de todo, Él es la causa de todo efecto y el efecto de toda causa" y, por consiguiente, por haberse enojado con "un Dios en el que nunca había creído, por Su omnipotencia, Su omnisciencia, Su omnividencia". Es decir, por haber ilustrado con un talento narrativo espectacular las antinomias de la teodicea, que los doctores de la Iglesia no han sabido nunca resolver pese a siglos de sutilezas teológicas y de agarrarse a clavos ardiendo. Además, Toscani, en su papel de filósofo improvisado, olvida que la característica de Dios que es incompatible con la omnipotencia no es la omnisciencia, sino la bondad y la justicia infinitas, vistos los horrores de los que está llena "Su" creación.
Pero la obra que hizo que las jerarquías de la Iglesia vertieran auténtica bilis, una bilis que aún perdura 20 años después, fue, por supuesto, El Evangelio según Jesucristo, "un desafío a las memorias del cristianismo del que no se sabe qué salvar". No lo sabe el amanuense del Papa, porque sí lo saben muy bien los millones de lectores apasionados y los historiadores del cristianismo primitivo, que dan por sentado que el profeta judío itinerante de Galilea llamado Jesús no se consideró jamás el Mesías (para una minoría, como mucho, "Cristo no sabe nada de Sí hasta cuando está a un paso de la cruz", precisamente lo que Toscani reprocha a Saramago), y que, en efecto, "María fue para él una madre ocasional", hasta el punto de que no sabemos nada de ella aparte de que opinaba que su hijo estaba "fuera de sí" (Marcos, 3:21). Cuando el paladín del Evangelio según Ratzinger concluye, con la lanza en ristre pero la prosa un poco retorcida, que "la esterilidad lógica, antes que teológica, de esos asuntos narrativos, no produce la deconstrucción ontológica buscada, sino que se enrosca en una parcialidad dialéctica tan evidente que es preciso negarle toda credibilidad", solo se puede decir: "de te fabula narratur".
Por otra parte, el odio teológico impide el respeto a la lógica e incluso a los hechos: como golpe final, L'Osservatore Romano reprocha al gran escritor que "un populista extremista como él, que se había hecho cargo del porqué de los males del mundo, debería haber vinculado el problema a las estructuras humanas pervertidas, desde las histórico-políticas hasta las histórico-económicas", exactamente lo que hizo Saramago, con su empeño inagotable "en nombre de los últimos", de los pobres, los marginados, que debería recordar algo a quien pretende predicar el Evangelio todos los domingos. El escritor llamaba a todo esto "comunismo", pero, como ha recordado Luis Sepúlveda, para Saramago, "ser comunista en el confuso siglo XXI" era sencillamente "una cuestión de ética frente a la historia", no era ideología sino entender "la solidaridad como algo unido al hecho de vivir. Nadie se había sacrificado tanto por tantas causas justas y en tan poco tiempo".

Filósofo y editor de la revista Micromega.
Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia.
Fuente: elpaís.com

sexta-feira, 18 de junho de 2010

As Intermitências de Saramago


Saramago morreu?
Certamente o homem José faleceu junto dos seus de maneira tranquila e digna podendo se despedir daqueles que ama.
Já, Saramago, imortal em sua escrita, em suas idéias e reflexões tornou-se encantado, como publicou Alexandre Corrêa em seu blog.
Sua escrita encantadora que faz o leitor participar vivamente das angústias, reflexões, dúvidas, desejos e suspiros é marca viva da imortalidade de sua literatura.
Como não se inquietar com "Ensaio sobre a cegueira" em que uma cegueira branca como leite enclausura a todos e faz surgir todo o mal. "Ensaio sobre a lucidez" nos convoca a pensar nossas escolhas e a escolha de não escolher, por meio de uma eleição na qual votos em branco ultrapassam os limites aceitáveis da política e da legitimidade da representação pelo voto.
Já em "Intermitências da Morte" Saramago discute a morte. Uma cidade é acometida pela impossibilidade de seus cidadãos morrerem. O caos se instala. Doentes sofrem sem poder pensar no fim. Velhos chegam a exaustão. O desemprego atinge patamares insustentáveis, pois todo o sistema de funerárias, fundos de aposentadoria e o prórprio Estado chega ao colapso. Muitos descobrem que a impossibilidade de morrer só acomete o terrítório local, nas cidades vizinhas a morte é possível. Surge então um tráfico de velhos e doentes em busca de ultrapassar os limites da cidade para encontrar a morte. Um limite desejável e imprescindível para a vida ser possível.
O que falar do "Evangelho segundo Jesus Cristo"? Sem palavras!
Sem palavras diante da morte de uma escritor como Saramago.
Diante de um escritor que fornece palavras e cenas para a importante tarefa de pensar. Vejamos o que foi publicado hoje, dia de sua morte, em um de seus blogs - http://caderno.josesaramago.org/:

Junho 18, 2010 por Fundação José Saramago

Acho que na sociedade actual nos falta filosofia. Filosofia como espaço, lugar, método de refexão, que pode não ter um objectivo determinado, como a ciência, que avança para satisfazer objectivos. Falta-nos reflexão, pensar, precisamos do trabalho de pensar, e parece-me que, sem ideias, nao vamos a parte nenhuma".

A morte de Saramago chega em sua hora, aos 87 anos, sua obra recebe seu ponto final. Obra capaz de nomear o indizível e que permite pensar seus limites pois "Dentro de nós há uma coisa que não tem nome, essa coisa é o que somos" (Saramago; Ensaio sobre a Cegueira)