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quinta-feira, 7 de outubro de 2010

Vinhetas sobre as relações entre o simbólico e a Pulsão de Morte: em construção

"Los seres humanos nacen con toda clase de disposiciones, sumamente heterogéneas.
Pero cualquiera que sea su suerte fundamental, su suerte biológica, lo que el análisis revela al sujeto es su significación. Esa significación es función de cierta palabra, que es y no es palabra del sujeto: él recibe esa palabra ya totalmente hecha, es su punto de pasaje. No sé si se trata de la palabra clave primitiva del Libro del Juicio, inscrito en la tradición rabínica. No miramos tan lejos, tenemos problemas más limitados, pero en ellos los términos vocación y llamada poseen todo su valor. Si no existiera esa palabra recibida por el sujeto, y que remite al plano simbólico, no habría ningún conflicto con lo imaginario, y cada cual seguiría pura y simplemente su inclinación.

La experiencia nos muestra que no es así. Freud nunca renunció a un dualismo esencial como constituyente del sujeto. Esto no significa más que estos recruzamientos. Quisiera continuarlos. El yo se inscribe en lo imaginario. Todo lo que es del yo se inscribe en las tensiones imaginarias, como el resto de las tensiones libidinales. Libido y yo están del mismo lado. El narcisismo es libidinal. El yo no es una potencia superior, ni un puro espíritu, ni una instancia autónoma, ni una esfera sin conflictos-como se osa escribir-sobre la cual tendríamos que tomar apoyo. ¿Qué es esa historia? ¿Debemos exigir de los sujetos que posean tendencias superiores a la verdad? ¿Qué es la tendencia trascendente a la sublimación? Freud la repudia de la manera más formal en Más allá del principio del placer. En ninguna de las manifestaciones concretas e históricas de las funciones humanas ve la menor tendencia al progreso, y esto posee cabalmente su valor en aquel que inventó nuestro método. Todas las formas de la vida son igualmente sorprendentes, milagrosas; no hay tendencia hacia formas superiores.

Es aquí donde llegamos al orden simbólico, que no es el orden libidinal en el que se inscriben tanto el yo como la totalidad de las pulsiones. Tiende más allá del principio-del placer, fuera de los límites de la vida, y por eso Freud lo identifica al instinto de muerte. Releerán ustedes el texto y verán si les parece digno de aprobación. El orden simbólico es rechazado del orden libidinal que incluye todo el dominio de lo imaginario, comprendida la estructura del yo. Y el instinto de muerte no es sino la máscara del orden simbólico, en tanto que-Freud lo escribe-está mudo, es decir, en tanto que no se ha realizado. Mientras el reconocimiento simbólico no se haya establecido, por definición, el orden simbólico está mudo.

Al orden simbólico, a la vez no-siendo e insistiendo en ser, apunta Freud cuando nos habla del instinto de muerte como lo más fundamental: un orden simbólico naciendo, viniendo, insistiendo en ser realizado. (LACAN; 29.06.55).